He aquí lo que para muchos será, por calidad y hondura, una sorpresa musical. Confluyen en ella una tradición que viene desde lejos y una capacidad de cambio que no traiciona esencias. Muchos peruanos de hoy están habituados sólo a escuchar –y, sobre todo, ver- lo que le dicen que es criollo. Ellos no saben lo que es bueno, es decir, auténtico. Pero no es tarde para recuperar lo perdido u olvidado. Este disco es en ese sentido una seña de rescate, de recuperación y avance. Escuchándolo, dan ganas de recordar al poeta Goethe: "Todo lo que heredaste de tus padres, piérdelo para que puedas merecerlo".
Esta creación se ha procesado bajo la batuta del joven y ya consagrado guitarrista Renzo Gil (Callao, 1979), quien confirma ahora su precoz y admirable memoria, así como su capacidad de convocar a intérpretes que no aparecen en la ventanilla comercial. Gracias a eso se han reunido voces y canciones nacidas, en partos sucesivos, de la entraña popular de Lima y Callao.
No se trata de un almacén de antigüedades. Es un cofre del que surge la voz de la eternidad, la voz del pueblo. Acá están composiciones de la gente morena –de "la color honesta"- que abajo el puente creó el valse criollo a comienzos del siglo XX hasta composiciones recién salidas de la garganta de su autor.
Desfilan, así, piezas clásicas de Braulio Sancho Dávila, Manuel Reynaga, Pedro Arzola y Miguel Almenerio. De Felipe Pinglo hay tres composiciones, "Victoria", "Negrita linda", "La morena Rosa Luz" (en mis tiempos, algunos enamorados se daban cita con las primeras notas de ese canto). Llamo la atención sobre una joya: "Julia" de Augusto Ballón. ¡Qué hermosura la de ese canto creado por el fraterno amigo de Pinglo, socio honorario de todas sus jaranas!
También se registran composiciones de Pablo Casas, Eduardo Márquez Talledo, Laureano Martínez, Pedro Bocanegra, Manuel Acosta Ojeda, Raúl Valdivia, Manuel Quispe y Manuel Cabezas. Mi cuaderno de agravios lamenta la ausencia de Abelardo Núñez. Y las voces, ¡qué antología! Desde la inalterable Jesús Vásquez, que no en vano viene de La Aurora, del barrio de la Aurora, hasta Rafael Matallana, nutrido en Monserrate, barrio en el cual el día del cumpleaños duraba una semana. Y paro de contar sólo por no hacerle la competencia al catálogo.
Añado esta reflexión: la guitarra de Renzo Gil, que se duplica para la grabación, es de por sí una fiesta de guardar. Y cuán notable el diálogo que con él entabla en el bajo el maestro Juan Rebaza. Ellos aúnan melodías, acordes, voces, amores, sueños, de un siglo que da para dos siglos.
César Lévano Julio 2006